Hay una plaga que se va extendiendo por todas las ciudades del mundo y tiene difícil control si no se ponen de acuerdo ciudadanos, administración y empresas. Las calles se han convertido en un campo de batalla por colocar su mensaje por encima de el de los demás. Hay que superar al resto de anunciantes en tamaño, o en atractivo, o como sea. Pero, ¿que legitimidad tienen para utilizar un bien público, la calle, y obligarnos a ver su mensaje?
Edificios publicitarios en pleno centro de Valencia / MIXURO |
"La contaminación publicitaria que sufre la ciudad nos plantea dos interrogantes: el primero, ¿cuáles son los efectos nocivos de esta saturación y sobre-exposición para la salud del paisaje y del paisanaje? El segundo, ¿qué legitimidad y licitud tiene el mundo privado para tomar la calle, para servirse de un bien público?". Fernando Olivares. “Cidade limpa” y la contaminación publicitaria en la ciudad. 2009
La publicidad en las calles se está convirtiendo en un importante factor de contaminación en las grandes ciudades del mundo. La contaminación visual que implica el exceso de publicidad conlleva una sobreestimulación. Si el Seprona redactó un informe en el que se advertía que el cerebro no puede procesar tanta información, por lo que el exceso de la misma puede provocar dolor de cabeza, estrés, distracciones peligrosas, etc., pues lo mismo es aplicable también en las ciudades, ¿no?
La publicidad en las calles se está convirtiendo en un importante factor de contaminación en las grandes ciudades del mundo. La contaminación visual que implica el exceso de publicidad conlleva una sobreestimulación. Si el Seprona redactó un informe en el que se advertía que el cerebro no puede procesar tanta información, por lo que el exceso de la misma puede provocar dolor de cabeza, estrés, distracciones peligrosas, etc., pues lo mismo es aplicable también en las ciudades, ¿no?
La globalización publicitaria está homogeneizando las ciudades. De izquierda a derecha: Valencia, Nueva York y Alicante / MIXURO / MARTA ALVAREZ / MIXURO |
¿Y todo esto, por cuanto? ¿Por cuanto vendemos nuestra libertad de decidir si queremos ver publicidad o no? ¿Por cuanto convertimos nuestra ciudad en un lienzo para colocar publicidad?
En Valencia, por 65.000€ al año (no se incluye la publicidad en mobiliario público con concesiones, como paradas de autobuses, etc, que van por otro lado) tenemos un casi todo vale. Cada uno tiene su precio, pero a mi me parece que con esto somos muy baratos.
Sin embargo hay ciudades que deciden no aceptar y poner freno a esta situación, como por ejemplo, Sao Paulo. Aquí se aprobó una increíble ordenanza en 2006 para eliminar completamente la publicidad de las calles (La ley Ciudad Limpia).
Recorte de página con ingresos del presupuesto municipal del Ayuntamiento de Valencia 2013 |
Av. Ibirapuera en Sao Paulo, antes y después de la entrada de la ley Ciudad Limpia / FLAVIAC |
Con un éxito impredecible en el momento de la iniciativa, y con una aceptación casi total por parte de empresas y publicitarios, el 70% de los ciudadanos de Sao Paulo califica la prohibición de publicidad exterior en la ciudad de “beneficiosa”. Sobre todo quién salió ganando, además del ciudadano, fue el pequeño comerciante, que ya no tenia que competir con los monstruos publicitarios.
Sao Paulo, antes y después de la entrada de la ley Ciudad Limpia / MAGIS.ITEXO.ES |
Me gustaría imaginarme que ocurriría si viésemos esto aplicado a Valencia.
Muy interesante el artìculo, me hace imaginar una ciudad mejor,más sana y sobre todo con ciudadanos más felices.
ResponderEliminarGracias
Muchas gracias a ti por tu comentario. Un saludo!
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