jueves, 29 de noviembre de 2012

El bolardo como síntoma


No todos los bolardos son iguales / MIXURO

Bolardo:
(Del ingl. bollard).
1. m.  Poste de hierro colado u otra materia hincado en el suelo y destinado a dejar constancia de la  mala educación y la falta de civismo que se apodera del ser humano al acceder a un vehículo automóvil. 


¿Por qué tu ciudad tiene tantos?
Al menos aquí en Valencia únicamente parece haber dos maneras de solucionar la frontera entre acera y calzada, o una hilera de coches aparcados o una hilera de bolardos.

La calle Quart, continuación de la calle Caballeros, en Valencia es un ejemplo claro de espacio urbano devaluado por la excesiva presencia de vehículos y sus consecuencias / MIXURO

Se ve que el valenciano medio conductor de automóvil no está capacitado para contener su impulso de aparcar encima de la acera. El mismo "gen-ché" que nos hace amar la paella, las fallas y la pólvora, lleva aparejado otro que hace que cuando subimos al coche nos olvidemos del peatón que somos, de nuestros niños, de nuestros padres, de los padres de nuestros padres.
El absurdo llega a niveles difíciles de explicar a alguien que lo vea desde fuera, como el tío Matt el Viajero.  Es muy frecuente encontrarnos en el centro histórico con una hilera de bolardos que reduce el ancho de la acera hasta no permitir pasar a los peatones, mucho menos si van con niños, cochecitos o sillas de ruedas. A estos les llamo los bolardos burladero, porque te obliga a ir por la calzada y cuando viene un coche te tienes que meter entre ellos para que no te "coja". También encontramos la hilera de bolardos absurda pegados a la pared.  En ambos casos, ¿no es peor el remedio que la enfermedad?

En el centro de la ciudad de Valencia suceden cosas paranormales, al colocar bolardos para proteger a los peatones los pasos quedan tan estrechos que el peatón únicamente puede circular por la calzada / MIXURO

¿En qué afecta la selección natural al bolardo?
Con los bolardos pasa como con cualquier especie, únicamente sobreviven los mejor adaptados y en un mundo globalizado los ecosistemas locales desaparecen con la entrada de las "especies invasoras". En nuestra ciudad existían varios tipos de bolardo, alguno de ellos incluso con diseño "made in Valencia".

Bolardos en peligro de extinción en la ciudad de Valencia / MIXURO

Un día llegó en un barco el bolardo modelo Amsterdam (el picudo rojo de los bolardos) en una versión de diseño poco fino, y fue introducido en nuestro ecosistema urbano arrasando con los demás. En estos momentos, existen muy pocos ejemplares de bolardo autóctono y sus días están contados. Hay que reconocerle al bolardo Amsterdam que cómo juego para niños no tiene precio: darle vueltas, saltarlo, ponerse boca abajo, ¡¡¡todo al borde de la acera!!! ¿No es emocionante?

El bolardo de Amsterdam, en la primera foto es todo un símbolo de la ciudad que le da nombre. La versión que llegó a Valencia es mucho menos elegante y se ha ido "comiendo" a los bolardos autóctonos. En la segunda foto se puede ver un bolardo modelo Amsterdam junto a la placa de anclaje de un bolardo "Danielito" diseño de Dani Nebot.  La plaga está totalmente descontrolada / 1. ALIX GUILLARD / 2. MIXURO / 3. MIXURO

¿Qué podemos hacer?
El bolardo, especialmente el que triunfa entre nuestros ayuntamientos, es un elemento altamente inspirador, por su carácter simbólico y por su propia apariencia anodina, existen reflexiones muy interesantes alrededor de esta figura:

Obra de Le CyKlop en distintas ciudades de Francia / 1. LE CYKLOP / 2. STEPHANE SANTINI / 3. FRANÇOIS SÉJOURNÉ


Obra del colectivo Urban Knitting Valencia / URBAN KNITTING VLC

Mi aportación a esta reflexión es la maravillosa sensación de tranquilidad y paz compartida que nos transmite una calle sin bolardos. ¿No merecerá la pena quitarlos?

Calle Museo de Valencia, ¿a que es preciosa? / MIXURO




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